Infancia de Zahir
La noche era muy fría y Zahir no podía dormir. No le gustaba aquella habitación, pues era la más fría de la casa, pero le gustaba disfrutar de su independencia y su soledad. Tenía tres hermanas y un hermano, pero él era el único que tenía una habitación para él solo. Su madre le había hecho creer que era porque su respiración era muy fuerte al dormir y molestaba a sus hermanos, pero él sabía que su madre tenía cierta predilección hacia él. Sabía que eso no estaba bien, pero como a cualquier niño de doce años le gustaba sentirse especial.
Zahir sentía el estomago vacío. Se dirigió a hurtadillas hacia la cocina y, con la luz apagada, busco algo que llevarse a la boca. Afortunadamente encontró un trozo de pan del día anterior que aún estaba algo crujiente y que rápidamente introdujo entre sus labios. Desafortunadamente, su madre, apoyada en el marco de la puerta, había presenciado la escena y lo miraba fijamente con aire acusador. Zahir todavía no se había dado cuenta, pues el trozo de pan ahora le pasaba por la garganta mientras cerraba los ojos para disfrutarlo mejor. Entonces su madre encendió la luz. Zahir, al saber que había sido descubierto, se levantó y se dirigió hacia su habitación, pasando por delante de su madre. Ésta puso su mano sobre la cabeza de su hijo, acariciando su fino y oscuro cabello, comprendiendo que no había hecho nada malo, simplemente tenía hambre, y eso era algo que ella podía entender perfectamente.
Al día siguiente, a su vuelta del colegio, toda su familia se había reunido en el comedor de la pequeña casa. La mesa estaba completamente llena de comida, e incluso podía oler el pastel de almendras de su madre que a él tanto le gustaba, todavía en el horno.
- ¿Por qué todo esto? – preguntó a la más mayor de sus hermanas.
- Ha venido el tío Salim – contestó ella en voz baja, con una gran sonrisa.
Salim entró en el comedor. Zahir lo echaba de menos. Echaba de menos sentarse alrededor de aquella mesa que su tío había llenado de los más exquisitos manjares que había probado en toda su vida, escuchando las historias que su tío les contaba sobre sus viajes.
Esta vez era Francia y, a diferencia de otras veces, cuando les contaba que estando en aquellos lugares que visitaba echaba de menos Argelia, en esta ocasión les contó lo mucho que le había impresionado Francia y les expresó su deseo de quedarse allí.
La familia lo escuchó atentamente, especialmente el pequeño Zahir, que jamás había salido del pequeño pueblo donde vivía y que imaginaba cada uno de aquellos lugares que su tío describía como un paraíso que algún día el visitaría también.
Antes de marcharse, Salim se acerco a su sobrino y, poniendo la mano sobre su cabeza, acariciando sus cabellos como su madre hacia, dijo riendo:
- Un día vendrás a Francia.
Helado de limón ^^
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