Crucemos los dedos, recemos, pidamos a quien quiera que esté o no esté allí arriba, lo que sea... cada uno lo que quiera, pero deseemos lo mejor para el peor momento...
No quiero perderte...
Miedo de no escuchar más tus historias, de no escuchar tu voz o tus palabrejas extrañas, de no ver cómo te pintas para resaltar tu belleza, de no escuchar tu risa aún en los peores momentos, de que no me des más consejos o de no volver a escucharte criticar a los parisinos... miedo de no volver a abrazarte... o de recibir tu caligrafía temblorosa enviada con toda la ternura del mundo.
No quiero perderte...
Durísimo, sí.
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